La idea de reciprocidad, dar y recibir, forma parte de la naturaleza de los seres humanos, en tanto en cuanto somos animales sociales. Si damos y no recibimos, a largo plazo acabaremos sintiéndonos mal, vacíos y, probablemente, resentidos.

Esto no nos ha de extrañar porque, salvo en cosmovisiones como la Occidental que son duales y que plantean una lucha binaria, lo normal es que para lograr el equilibrio tengamos que interactuar e intercambiar cosas con nuestros semejantes.

El intercambio puede implicar dinero, favores o atenciones, aunque lo cierto es que en nuestra sociedad hay una tendencia creciente a monetizarlo todo porque, al final, el dinero da libertad a quien lo posee. Sin embargo, y desde el punto de vista científico, la reciprocidad es una condición sine qua non para establecer vínculos sanos en todo tipo de relaciones, excepto en las paterno-filiales.

Evidentemente, ante esta situación hay quien nos puede decir que existen estudios que acreditan que quien da por costumbre siente más felicidad que el que recibe. Sí es cierto que se dan casos, pero también es porque, aunque dentro de unos estándares de abstracción, quien da considera que recibe algún tipo de beneficio recibiendo, ya sea este espiritual o de otra clase. Por lo tanto, una vez más podemos comprobar que la noción de reciprocidad existe y esta concepción del altruismo es sana e incluso recomendable.

Aunque no es lo más común, sí hay quien es atento y solícito con los demás, no por vocación, sino por complacer a otra persona o, lo que es peor, por miedo al rechazo. Esto puede ser debido por un sentimiento de soledad extrema durante la infancia o por haber recibido una educación con unos valores en los que el bienestar personal pasa a segundo plano. El statu quo se podrá mantener durante unos años, pero, por nuestra experiencia, la situación, al ser estructuralmente insatisfactoria, se acabará decantando y la persona no lo soportará.

Concluimos, pues, que la cuestión no está tanto en cuánto dar y recibir sino, más bien, en la percepción que la persona tiene de este intercambio. En muchas ocasiones la persona da más de lo que recibe y no lo vive de forma dramática, mientras que en otros el equilibrio se convierte en un casus belli. Como principio general, recomendamos que te respetes y que seas tú quien ponga los límites de lo que deseas y o que no.

Si ves que necesitas ayuda o que estás perdida en esta búsqueda, hemos de decir que no es malo que preguntes. Puede ser, porque a todos nos ha pasado, que, aunque pensemos mucho sobre lo que hacemos y cómo, no acabemos de dar con la tecla de lo que nos está pasando exactamente. En estos casos, es bueno consultar a alguien de fuera.

En Emocodificación y Sanación Genética te ayudamos a detectar las razones por las que sientes que hay un desequilibrio emocional en tu vida y contribuimos a que las puedas sanar desde la consciencia.

Por 2 Comments 11/12/2017
  • Luis ortega
    17/12/2017

    Artículos de una valía inmensa, para ayudar a crecer, entender y sanar desde adentro, muchas gracias y deseo seguir interactuando.

    Reply
Do NOT follow this link or you will be banned from the site!