
Si una persona ha convivido durante la infancia con sus padres y abuelos, la importancia de las abuelas maternas será capital, ya no solo por genética. Por varias razones, estos ancestros influyen en la crianza del pequeño y en la forma de ver el mundo.
Lo sano es que los abuelos sean un referente moral pero que, en cualquier caso, el peso de la crianza esté en los padres. Si no es así, puede haber una confusión de roles y, en consecuencia, un problema de identidad de la persona cuando crezca. Conviene, pues, evitar esta situación y aunque los abuelos pueden encargarse de pasar tardes o vacaciones con los niños, no ha de ser esta la pauta general. No se trata, pues, de que la abuela sea una sustituta de la madre sino de que sea un contrapunto amoroso para los nietos y que ambos (abuela y nieto) puedan disfrutar mutuamente de la compañía.
Por otra parte, si viven las dos abuelas maternas cuando el niño es pequeño existe la posibilidad de que haya dos formas diferentes de entender el mundo y los pequeños se dan cuenta de eso muy rápidamente. Los sentimientos de afinidad o rechazo aflorarán con mayor facilidad que con los padres, habida cuenta que el contacto no es diario y, por lo tanto, el coste de oportunidad es menor. Es relativamente común que, durante la adolescencia, los nietos decidan no ir a ver a una de las abuelas porque no les apetece; aunque puede ser una actitud dolorosa, en esos momentos están reafirmando su personalidad. También hay que decir que, dentro de unos límites, los padres pueden instruir a su hijo y hacerle ver la importancia de cumplir determinados compromisos, aunque no apetezcan.
En los últimos años, el rol de los abuelos ha ganado peso por las exigencias de la economía, puesto que los padres no tienen tiempo material para ir a buscarlos porque están trabajando. Es entonces cuando los abuelos (y las abuelas) se convierten en un pilar de las familias. Esta responsabilidad hace que ganen en importancia. Cuando una persona no ha conocido a ninguno de sus abuelos, puede experimentar una sensación de vacío que, aunque en sí misma no es muy grave, sí es significativa.
De todas formas, lo que siempre ha sucedido es que los abuelos nos transmiten un contrapunto, en ocasiones desapasionado, de la realidad con respecto a nuestros padres. Si bien es cierto que las ideas que transmiten suelen ser más conservadoras por una cuestión de edad, también lo es que acumulan una sabiduría interesante. Por regla general, y si es posible, es bueno que un nieto tenga contacto frecuente con sus abuelos durante su proceso de crecimiento y maduración.
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