Es bueno plantearse las cosas en la vida y cuestionarlas, pero en mi vida me he encontrado en demasiadas ocasiones con un caso paradigmático: aquel en el que no se avanza por estar constantemente preguntándose cosas.
La secuencia natural es que, de niños, no nos preguntemos nada y, por lo tanto, hagamos aquello que se nos pasa por la cabeza. La sucesión de fracasos, más o menos frecuentes, hace que, a partir de un determinado momento, nos pensemos dos veces aquello que hacemos.
Si bien es cierto que la impetuosidad puede ser letal, también lo es que las llamadas discusiones bizantinas pueden también serlo. Cuenta la leyenda que, mientras lo otomanos estaban asediando Constantinopla, los habitantes de la ciudad seguían discutiendo sobre la naturaleza de lo divino. Sea o no cierto, la historia está llena de casos en los que, por perder el tiempo, se pierden grandes oportunidades.
Para bien o para mal, la actual sociedad demanda, cada vez más, aprovechar nuestro tiempo al máximo y no perderlo. Se nos exige ser productivos y, por lo tanto, la búsqueda del equilibrio entre audacia y responsabilidad no es solo algo recomendable, sino una necesidad para ser competitivos en una economía global.
Por lo tanto, lo mejor es realizar un análisis de las situaciones partiendo de los siguientes ítems:
- Qué sabemos de la situación.
- Experiencias anteriores.
- Qué podemos hacer ahora.
- Cuánto tiempo y recursos vamos a emplear.
Como podemos ver, esta secuencia es acumulativa. Si no sabemos nada o no tenemos experiencias anteriores, las posibilidades de fracaso se multiplicarán. En todo caso, y una vez decidido lo que vamos a hacer, también toca valorar si nos va a compensar o no, porque el tiempo es oro.
Por ejemplo, una persona puede ganar 10 euros la hora en un trabajo cualificado, mientras que ganará 6 en otro que le guste más. Si se da esta situación, lo que tendrá que valorar es si, además del dinero, hay otros factores que le compensan, pero lo que nunca ha de hacer es obviar los elementos existentes porque, de lo contrario, estará negando la realidad. Se puede soñar, pero siempre y cuando se tengan los pies en la tierra.
Todos estos factores contribuirán a ser realmente productivos, tanto monetaria como también espiritualmente. Realizar esta evaluación es algo que hacen millones de personas cada año, pero lo que a veces sucede es que otras tantas no toman consciencia de que hay que hacerla.