
A lo largo de la vida, lo más probable es que nos encontremos en varias situaciones con las que queremos lidiar, algunas nos gustarán más y otras nos gustarán menos. Eso es normal y no hay por qué hacer un drama de ello porque es consustancial a nuestra naturaleza.
Ahora bien, existe un aspecto más complejo que tiene que ver con aquellas cosas que hacemos como actividades laborales o habituales. La pregunta es si realmente tenemos ganas de hacer lo que estamos haciendo. La respuesta es reveladora de si vamos por el buen camino o si, por el contrario, estamos perdiendo un tiempo precioso en actividades que resultan poco productivas para el espíritu.
Es importante tener presente que los seres humanos, si nos escuchamos, solemos tener las respuestas de aquello que es bueno para nosotros, más allá de que nos dé más o menos pereza afrontarlas. Muchas veces, se trata simplemente de estar en silencio y hacer examen de conciencia. Probablemente, llegarás a la conclusión de que hay algunas cosas que haces que no te apetecen o que frecuentas ambientes o personas que, quizás, desearías cambiar.
Puede ser que, a corto plazo, algunas de las situaciones que vives sean sobrevenidas y tengan una variación difícil. Esto puede suceder con determinados puestos de trabajo porque, no nos vamos a engañar, los experimentos o la creatividad están bien, pero con cabeza. Por otra parte, sí existen elementos que son mucho más fáciles de cambiar, como por ejemplo las relaciones personales. También, y esto es importante, tú puedes decidir a qué sitios deseas ir o si, simplemente, un día te apetece quedarte en casa.
Lo que sucede es que, muchas veces, tenemos problemas de autoestima o un sentimiento de la responsabilidad mal entendido que nos hace estar en lugares o personas con las que no nos apetece en absoluto compartir nada. En condiciones normales, durante la adolescencia es normal que aumente nuestro número de relaciones pero, a partir de los 25 años y, de forma más marcada, a partir de los 30, hay cambios significativos. Tenemos menos amigos y relaciones íntimas pero, por regla general, estas son de mayor calidad que cuando éramos más jóvenes.
¿Qué ha sucedido entonces? Simplemente, que hemos ejercitado mejor nuestra asertividad. Este aspecto vale para las relaciones personales pero le podemos dar una vuelta y aplicarlo a nuestra vocación.
Por supuesto, es lícito trabajar duro para vivir o mantener a los hijos, y ahí no hay nada que decir. Pero sería conveniente comprobar si las actividades a las que te dedicas realmente te realizan o si tienes la posibilidad de cambiarlas sin perjuicios para ti de manera que puedas ser más feliz. Como principio general, si haces lo que te gusta, además de sentirte mejor, tendrás más posibilidades de mantenerte sano.
En Emocodificación y Sanación Genética te ayudamos a que puedas discernir entre lo que es saludable y lo que no para tu espíritu y te damos las herramientas para empoderarte y decidir libremente el camino que quieras emprender.